martes, 22 de noviembre de 2011

¡Bienvenidos a Introducción a la Antropología 2011!


Hola todos/as


Como lo comentamos en nuestra primera clase, este blog, nuestro blog, será un espacio de encuentro y diálogo más allá del aula. Espero que se llene de ideas, de reflexiones, de preguntas, de dudas, de pensamiento crítico, de pareceres y de argumentos, de discusiones y de acuerdos y disensos,... a partir de los temas que vayamos abordando.

Para comenzar y en sintonía con nuestra actividad del primer día, les propongo que comenten sus reflexiones a partir de la imagen y los textos que discutimos. También sería importante que expresen cuáles son sus expectativas en relación con el espacio que estamos comenzando.
LOS ESPERO, A PARTICIPAR!!!



TEXTOS PARA PENSAR:

Friedrich Nietzsche. Shopenhauer como educador. Traducción de Luis Moreno Claros. Publicada en Madrid, en septiembre de 1999 por Valdemar.

Al preguntársele cuál era la característica de los seres humanos más común en todas partes, aquel viajero que había visto muchas tierras y pueblos, y visitado muchos continentes, respondió: la inclinación a la pereza. Algunos podrían pensar que hubiera sido más justo y más acertado decir: son temerosos. Se esconden tras costumbres y opiniones. En el fondo, todo hombre sabe con certeza que sólo se halla en el mundo una vez, como un unicum, y que ningún otro azar, por insólito que sea, podrá combinar por segunda vez una multiplicidad tan diversa y obtener con ella la misma unidad que él es; lo sabe, pero lo oculta como si le remordiera la conciencia. ¿Por qué? Por temor al prójimo, que exige la convención y en ella se oculta. Pero, ¿qué obliga al único a temer al vecino, a pensar y actuar como lo hace el rebaño y a no sentirse dichoso consigo mismo? El pudor acaso, en los menos; pero en la mayoría se trata de comodidad, indolencia, en una palabra, de aquella inclinación a la pereza de la que hablaba el viajero. Tiene razón: los hombres son más perezosos que cobardes, y lo que más temen son precisamente las molestias que les impondrían una sinceridad y una desnudez incondicionales. Sólo los artistas odian ese indolente caminar según maneras prestadas y opiniones manidas y revelan el secreto, la mala conciencia de cada uno, la proposición según la cual todo hombre es un milagro irrepetible sólo ellos se atreven a mostrarnos al ser humano tal y como es en cada uno de sus movimientos musculares, único y original; más aún, que en esta rigurosa coherencia de su unidad es bello y digno de consideración, nuevo e increíble como toda obra de la Naturaleza y en modo alguno aburrido. Cuando el gran pensador desprecia a los hombres, desprecia su pereza, porque por ella se asemejan a productos fabricados en serie, indiferentes, indignos de evolución y de enseñanza. El hombre que no quiera pertenecer a la masa únicamente necesita dejar de mostrarse acomodaticio consigo mismo; seguir su propia conciencia que le grita: «¡Sé tú mismo! Tú no eres eso que ahora haces, piensas, deseas».

Kant, Inmanuel. 1785. Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. 434, 30
“En el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad. En el lugar de lo que tiene un precio puede ser puesta otra cosa como equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio, y, por tanto, no admite nada equivalente, tiene una dignidad (...)
Así pues, la moralidad y la humanidad en tanto que ésta es capaz de la misma, es lo único que tiene dignidad”.

Buber, Martín. ¿Qué es el hombre? FCE, 1981, pág. 24)
“Podemos distinguir en la historia del espíritu humano épocas en que el hombre tiene aposento y épocas en que está a la intemperie, sin hogar. En aquéllas, el hombre vive en el mundo como en su casa, en las otras el mundo es la intemperie, y hasta le faltan a veces cuatro estacas para levantar una tienda de campaña. En las primeras el pensamiento antropológico se presenta como una parte del cosmológico, en las segundas ese pensamiento cobra hondura y, con ella, independencia”

Miró Quesada, Francisco. El hombre sin teoría. Lima, Universidad. Mayor de San Marcos,1954
"Cuando Hitler se enteró del resultado de las investigaciones de un famoso biólogo alemán sobre la composición de la sangre de los judíos lo mandó llamar y le dijo que no podía ser cierto. Pero el biólogo le aseguró que todos los análisis le habían conducido al mismo resultado: la sangre de los semitas era igual a la de los germanos. El biólogo fue subrogado de su cargo universitario. No se volvió a hablar más de él. Pero tuvo la conciencia de que había terminado su carrera, cumpliendo un inmenso destino: demostrando que las teorías nazis sobre la superioridad racial de los germanos eran falsas.
El biólogo alemán se atrevió a demostrar que una teoría sobre el hombre era falsa y fue víctima de su audacia y de su amor por la verdad. No fue la primera víctima. Muchos son los que a través de la historia se han atrevido a mostrar la falsedad de una teoría sobre el hombre y han desencadenado el furor de sus contemporáneos, de todos ellos, o de un grupo, o de uno solo. (...) Cuando se destruye una teoría sobre el hombre se disuelven todos los órdenes posibles, se desmorona el universo, se hunde el suelo que se pisa. Porque en último término, todo lo que el hombre sabe y espera del universo, todo lo que el hombre cree, depende de la manera como se ve a sí mismo. El hombre no puede concebir nada sino a través de su propia concepción. Por eso no puede perdonar a quién de un plumazo cancela todo lo que cree o quiere creer sobre sí mismo. Porque le quitan su tierra firme. Y nada lo aterra más que dejar lo que con tanto trabajo ha construido y volver a ser un náufrago en el oscuro "mare tenebrosum"."

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